Hace unos días llegaba a nuestros oídos una noticia que nos ha causado una gran indignación. Se trata del hallazgo de numerosos cadáveres de perros encontrados atados a la vía de tren en diversos municipios de la provincia de Sevilla.
Aún no se tienen indicios de quién o quiénes son responsables de tan cruento crimen. Y es que, el hecho de amarrar vivas a esas pobres criaturas a la vía del tren para dar rienda suelta a sabe Dios qué estímulos no hace sino invitarnos a replantear hasta dónde puede llegar la vileza del Ser Humano.
De todos es sabido que el perro ha sido ese animal que se ha ganado el trono de ser considerado como el mejor amigo del hombre. Y es que, el amor, fidelidad y la entrega que nos brindan tan geniales criaturas es sobradamente reconocida en nuestra cultura, ganándose merecidamente tal lugar en nuestros corazones.
Sin embargo, y a la vista de las leyes que protegen al “mejor amigo del hombre”, menos hace dudar de si somos nosotros los humanos, como sociedad, los mejores amigos del perro.
Indudablemente hay personas que trabajan para mejorar la calidad de vida de estos y tantos otros animales, pero no es menos cierto que nuestras leyes dejan mucho que desear en lo que a reproche penal se refiere.
En efecto, el alcance de los arts. 337 y 337 bis del Código Penal no ampara con suficiencia la necesidad de protección requerida para estas y otras tantas criaturas indefensas.
La manifiesta crueldad de los hechos que nos han motivado a escribir este artículo no puede ser solamente castigada con una pena de entre <<tres meses y un día a un año de prisión>>. Es decir, que si no hay antecedentes penales no se ingresaría ni tan siquiera en prisión.
¿Han oído alguna vez eso del “peso de la Ley”? Pues bien, en estos casos, el duro castigo que debería recaer sobre las espaldas de los malhechores brilla por la ausencia del debido y merecido reproche social y retribución punitiva.
Creemos que tenemos el deber tanto a nivel personal como a nivel social de protestar por tan laxas penas y tratar de reforzar nuestras leyes en aras no solo de proteger a los animales con el alcance motivador y por tanto persuasivo de la norma, sino también dando su justo merecido a esos “hombres” capaces de llevar a cabo tan sanguinarios hechos.
Pero no solo hemos de movernos ante hechos tan abominables. No. También tenemos la obligación de denunciar aquellos que, no siendo tan profundamente aberrantes, supongan un acto manifiesto de maltrato.
Afortunadamente, cada vez son más quienes denuncian estos hechos, aportando su granito de arena y poniéndoselo, al menos, un poco más difícil a esos salvajes que, desgraciadamente, campan a sus anchas por nuestra sociedad.
Guillermo del Valle Arias.